Noticia del POLICÍA QUE CHOCÓ en Sentido Contrario frente al ADO


Tuxpan, Veracruz | El sol de las cinco pegaba como martillo sobre el bulevar Independencia cuando los metales crujieron y el silencio cotidiano se rompió con un chirrido seco, urgente. Fue a la altura de Vicente Guerrero, donde las calles del centro guardan más historias que adoquines, donde ocurrió.
La Suzuki azul cruzaba como un relámpago las líneas invisibles de lo permitido. Marco Antonio «R», veintisiete años, policía estatal, tenía prisa o se sentía inmortal. Lo cierto es que ignoró los carriles y tomó el rumbo al revés, justo cuando el Nissan Tsuru número económico 1667 —viejo guerrero de mil batallas taxistas— doblaba la esquina, con su pintura blanca y roja ya cansada, como los ojos de su chofer.
Don Quijote de la Mancha
Adán «M», de cuarenta y nueve años, originario de Tierra Blanca, apenas tuvo tiempo de ver venir el golpe. El impacto fue brutal. La moto oficial se estrelló contra la fascia del Tsuru, reventando calaveras, faro y dignidad. El conductor quedó atrapado en un torbellino de dolor y aire caliente.
Al final llegaron los Héroes Paramédicos de la Cruz Roja, que con precisión casi quirúrgica recogieron los restos humanos del susto y el acero. Levantaron a Adán con la delicadeza que sólo se le tiene a quien trabaja todo el día por poco. Lo subieron a la ambulancia y tomaron rumbo al IMSS de la colonia «Petrolera», con la sirena a todo lo que daba y con urgencia.
Mientras tanto, Tránsito Municipal trabajaba con su carpeta de peritajes, cámaras fotográficas y bolígrafos de tinta azul. Observaron la zona y comenzaron a dibujar el mapa de los errores. En sus papeles, quedó asentado que el policía conducía por carriles contrarios, desafiando la lógica y el reglamento, como si el uniforme le diera carta blanca.
El tráfico se amontonó como un chisme tuxpeño. Los curiosos hablaban bajo, con ese tono de quien sabe que mañana podría ser él. Las motocicletas rugían impacientes al fondo, y en el aire quedó colgado el olor a gasolina, a metal caliente y a preguntas sin respuesta.
En esta ciudad donde todos se conocen, donde los taxis son confesionario y las patrullas, advertencia, el accidente fue más que un golpe de tránsito. Fue una postal del desorden, una escena de esa película gris que se repite cada vez que un uniforme se cree dueño de la vía.
Y mientras el sol bajaba como telón sobre el río, allá en el IMSS, Adán intentaba recordar si valía la pena seguir manejando. En el centro, el bulevar volvía a su rutina… pero ya no era el mismo.
Royal Garden Hotel