La mañana del 5 de mayo amaneció con un sol tímido, apenas un destello que anunciaba la llegada de otro día más de campaña para Raúl Cobos. En las calles del Tercer Distrito Electoral, los colores vivos de otros candidatos contrastaban con la opacidad de la campaña de Cobos, quien desde el inicio se ha visto atrapado en una espiral de indiferencia.
Cobos, quien alguna vez fue una promesa del Partido Verde, caminaba entre la gente acompañado de unos pocos simpatizantes. Su rostro, una mezcla de esperanza y resignación, reflejaba las dificultades que estaba enfrentado en esta contienda. Intentó en vano conectarse con los jóvenes, su supuesto público objetivo, pero la respuesta fue fría, distante, como una niebla que no se disipa.
En sus discursos, Cobos hablaba de cambio, de futuro, de una nueva política. Sin embargo, sus palabras resonaban vacías en las plazas semidesiertas. Los ciudadanos, ocupados en sus quehaceres diarios, apenas levantaban la mirada para observar al joven candidato. A diferencia de otros, Cobos no logró encender la chispa necesaria para atraer a la multitud.
El Diamante
El ex niño verde había decidido abandonar el Partido Verde de Javier Sánchez Balderas -y como no, con ese dirigente el PV se está quedando vacío en Tuxpan- y al proyecto Manos por la Tierra, que impulsó junto al ex alcalde Alberto Silva Ramos. Cuando Silva no le apoyó en sus ambiciones, Cobos buscó refugio en Movimiento Ciudadano, pero esta alianza no trajo los frutos esperados. El cambio de bando fue visto por muchos como una traición, y la confianza en él se desvaneció aún más. Y bueno, pues los traidores son mal vistos tanto en uno como en el otro bando.
El 6 de mayo, en un intento desesperado por ganar terreno, Cobos repartío propaganda electoral en el Fraccionamiento Cabo Alto. Con carteles naranjas y volantes, trató de insuflar vida a su campaña. Un grupo reducido de vecinos de esta colonia, escucharon sus promesas con escepticismo. Las propuestas de Cobos carecían de la contundencia necesaria para abordar las necesidades reales de la población. La falta de experiencia política se hizo evidente, y la conexión con los votantes nunca se concretó.
En Chisme Tuxpeño ® aparecieron quejas de los vecinos que no estaban, de que les habían dejado «basura» en las puertas de su casa.
Mientras tanto, las dos principales alianzas seguían creciendo en popularidad. En cada esquina, en cada mercado, los nombres de sus candidatos resonaban con fuerza. Incluso un candidato no registrado lograba captar más atención que Cobos, cuyo nombre apenas era mencionado en las conversaciones cotidianas.
El 10 de mayo, los expertos comenzaron a predecir un destino sombrío para Cobos. Tercero o cuarto lugar en las elecciones, decían. Un pronóstico que se hacía cada vez más real con el paso de los días. La campaña de Cobos, que alguna vez prometió ser vibrante y juvenil, se había transformado en un esfuerzo gris y opaco.
En mi opinión, el domingo 2 de junio llegará, y con él, la confirmación de lo inevitable. Cobos no logrará repuntar. Su campaña, marcada por la falta de conexión y propuestas contundentes, y por la falta de audacia por parte de su equipo de Comunicación Social, se desvaneció como una sombra al amanecer.
Raúl Cobos se retirará esa noche de domingo, con su rostro reflejando el peso de la derrota. La política, como la vida, no siempre es justa. A veces, la falta de experiencia y la incapacidad de conectar con la gente son más decisivas que las buenas intenciones. Y así, en las calles del Tercer Distrito, la campaña de Cobos quedará marcada como un recordatorio de que en política, la indiferencia puede ser la peor de las condenas.
Piques Bar