El último viaje: Madre llega de Nayarit a buscar a su hijo y lo encuentra muerto
Tuxpan, Veracruz | No hay nada peor que un viaje que termina en tragedia. María Alicia Rosales Jaimes lo supo apenas puso un pie en Tuxpan, una ciudad pintoresca con sus colores vibrantes y su bullicio, pero con un lado oscuro que apenas comienza a desvelarse.
María Alicia, una mujer fuerte de Tepic, Nayarit, llevaba años buscando a su hijo, Isaí de Jesús Villarrauz Rosales. El chico, de 22 años, se había desvanecido como un fantasma, dejando atrás su vida y sus sueños. Había trabajado aquí en Tuxpan en el autolavado F1, justo frente a la Universidad del Golfo de México, que cerró hace unos 4 años, y él un día simplemente desapareció para su familia.
Esa noche de domingo, mientras las luces de la ciudad proyectaban sombras largas y las calles susurraban secretos, María Alicia llegó a la colonia Centro, donde rumores la habían guiado. Isaí, dijeron, estaba aquí, en este puerto, sobreviviendo en las esquinas, en los márgenes de la sociedad.
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La calle Vicente Guerrero, casi esquina con el bulevar Independencia, fue el escenario. Era cerca de las cinco de la tarde cuando un testigo lo vio por última vez, tendido en la banqueta, con la ropa mojada y un aire de abandono que solo la desesperación puede esculpir. «Se veía como tomado», dijo el testigo, su voz un eco de incredulidad y tristeza.
María Alicia llegó con la determinación de una madre y la esperanza marchita de quien ha buscado demasiado tiempo. Pero a las diez de la noche, cuando lo encontró, la realidad fue un puñal: Isaí yacía sin vida, su cuerpo frío sobre el cemento. No había susurros, ni respiración. Solo un silencio que gritaba.
Las autoridades llegaron con su habitual parsimonia. Policías ministeriales y peritos criminalistas hicieron el levantamiento del cuerpo, lo trasladaron al SEMEFO. En sus miradas, la rutina de la muerte. En las de María Alicia, el abismo.
Isaí había sido visto por última vez en un estado lamentable, y ahora, su madre se enfrenta a la burocracia de la muerte. Comparativos de ADN, dijeron. Verificar identidad. Procedimientos que hecen más dolorosa la despedida.
Hay una versión que añade un giro macabro: minutos antes de ser encontrado, Isaí fue arrojado al río, solo para ser rescatado por manos anónimas que no pudieron devolverle la vida. Pero, como muchas cosas en este puerto, esa historia se desliza en las penumbras, sin confirmación.
El puerto de Tuxpan, con sus contrastes y secretos, fue testigo de una tragedia que nadie olvidará. María Alicia regresará a Nayarit, pero no con el hijo que vino a buscar. En su lugar, lleva el peso de una ciudad que se tragó a Isaí, y de una vida que terminó en una banqueta fría, bajo las luces indiferentes de un puerto que nunca duerme.
El Diamante