COMO TE VEN TE TRATAN
Mi bisabuela (que murió virgen) decía: “Una mujer decente no solo tiene que serlo, tiene que parecerlo; la percepción es muy importante”.
El día que fui a pedir mi primera chamba, mi padre, que no era virgen, me dijo: “¡Como te ven, te tratan!, así es que te pones traje y corbata y te me cortas esa melena”.
Obviamente no le hice caso. Obviamente no conseguí la chamba. ¿Quién contrata a un fachoso?
Bueno; pues eso mismo nos pasa a los mexicanos cuando vamos a Estados Unidos ¿Parecemos decentes? ¿Nos han visto en la cola de cualquier frontera? Semejamos a una bola de fachosos entrando a una convención de raperos. Y no es por falta de dinero, es por falta de autoestima. Lo mismo cuestan unos shortsotes de cholo y unos tenis desabrochados; que unos pantalones decentes y unos zapatitos de piel bien boleados.
No quiero parecer cursi o conservador, ni estoy en contra de la moda de los chavos, pero existe un código de aspecto físico universal. Un “cholito” no es aceptado como empleado de buen nivel en ninguna empresa, ni un tatuado, ni un mugroso.
Además nosotros estamos yendo de visita al país más poderoso de la tierra. “Como te ven, te tratan”. Con ese aspecto, ¿que percepción creen que tienen los norteamericanos de nosotros?
Para ellos, un inmigrante mexicano es un “ignorante” porque no habla inglés. Les es más útil un nigeriano, indio o pakistaní, o cualquiera de los ciudadanos de los 55 países que tienen el inglés como segunda lengua oficial.
Para ellos, un mexicano, o es un intruso fachoso que allana su propiedad ilegalmente, o peor, es un asesino despiadado con cuerno de chivo, tejana y botas de cocodrilo amarillas. Por eso nos tratan así; porque así nos ven.
Pero ¿quien es el responsable de esa pésima percepción? ¿Los americanos arrogantes, que nos odian?
No, mis queridos, para su consuelo, los gringos no nos odian… ni siquiera nos pelan. Para ellos México no representa ni oportunidad, ni amenaza, ni competencia. ¿Por qué? Porque si necesitaran algo nuestro, lo comprarían. Siempre ha sido más fácil comprarnos, que invadirnos.
Y los responsables de esa percepción somos nosotros, que nos fascina imitar lo naco; andar vestidos como los pandilleros de los barrios bajos de Los Ángeles o Chicago. Y hablar “espanglish”.
Cualquiera que llegue a Estados Unidos se da cuenta que hay clases sociales muy marcadas, ¿por qué los mexicanos no imitan al americano de clase media, decente, universitario o ejecutivo?, ¿por qué, ya que están hasta allá, no aprovechan y aprenden el idioma bien pronunciado, sin acento de cowboy?, ¿por qué no se ponen las pilas y después de la chamba estudian algo? Podrían regresar siendo mejores que cuando se fueron.
Para cambiar esa imagen hay que traer turistas; hacer intercambios estudiantiles; adoptar el inglés como segunda lengua oficial; hacer campañas de imagen mundiales. Pero todo esto no sirve de nada mientras nuestros cineastas y televisoras sigan haciendo películas y telenovelas de tepiteños, de corruptos y de narcos. Esa es la muestra de México que se ve en todo el mundo.
El mismo guión puede desarrollarse en locaciones miserables o imponentes, las historias pueden representarse entre narcos o entre mexicanos preparados. La trama no cambiaría, pero la percepción si.
Los americanos no exponen en sus series a sus cholos ni a sus narcos; nos muestran honestos policías forenses con la tecnología más avanzada e historias filmadas en elegantes suburbios y campos magníficos.
Por eso nos tratan como nos tratan, porque nos ven como queremos que nos vean.