TUMILCO merece historia, NO invenciones
Con el mayor de los respetos para la noble y trabajadora comunidad de Tumilco, es necesario hacer una crítica clara, directa y sin rodeos sobre el acto recientemente promovido bajo el nombre de “Transición de la Luz”, el cual se ha intentado presentar —de manera equivocada— como un evento de origen ancestral.
Nada más lejano a la verdad.
Las culturas originarias de esta región no practicaban rituales judeocristianos, no utilizaban cirios bajo el concepto europeo de “luz sagrada”, ni realizaban procesiones de ese tipo. Todo eso llega después de la Conquista, con la evangelización. Mezclar símbolos cristianos con discursos de “ancestralidad” no es rescate cultural: es distorsión histórica.
Restaurante 303
Como bien lo señaló el escultor y restaurador especializado en simbología prehispánica Gilberto Cifuentes, esto puede funcionar como estrategia de mercadeo o turismo, pero para la salvaguarda de la cultura es un plagio y un sabotaje a las culturas originarias. Y tiene razón.
Aquí no se está discutiendo la buena intención de nadie. El problema no es crear un evento nuevo —eso es completamente válido—, el problema es venderlo como ancestral cuando no lo es. Porque al hacerlo:
- Se confunde a las nuevas generaciones.
- Se borra el verdadero origen de las tradiciones auténticas.
- Se reemplaza la historia por una narrativa fabricada.
- Se debilita la identidad cultural real de la región.
El Día del Niño Perdido, por ejemplo, sí es una tradición documentada, transmitida por generaciones, con un profundo sentido religioso y comunitario. No necesita reinterpretaciones de moda, ni rebautizos oportunistas, ni disfraces de “ancestralidad”.
En mi opinión, las tradiciones no se crean con discursos, se construyen con el paso del tiempo, con memoria, con respeto y con verdad.
Tumilco merece cultura real, no decorados históricos.
Tumilco merece historia verdadera, no invenciones con envoltura espiritual.
Y eso se dice con respeto… pero también con absoluta firmeza.


