Sangre sobre el asfalto: dos hombres, dos motos y una esquina sin ley
Redacción/Forotuxpan
Tuxpan Veracruz/19 de julio de 2025
El sol del mediodía caía a plomo sobre la colonia Federico García Blanco, cuando el ruido de metal contra metal cortó la monotonía del sábado. Fue en la esquina de Sor Juana Inés de la Cruz y Fray Servando Teresa de Mier, un crucero sin señales, sin reglas, sin más ley que la prisa y la suerte.
Dos motociclistas llegaron al mismo tiempo. Uno iba con el alma tranquila, quizá pensando en tornillos y balatas —trabajaba en la refaccionaria El Águila—. El otro, quién sabe. Traía botas blancas de hule, como quien acaba de dejar el rastro, una hielera o la planta de agua. El primero era Diego “G”, veintisiete años, cuerpo de jornalero y rostro de joven cansado. El segundo no dejó nombre, solo el sonido de un motor alejándose y el rastro de una fuga bien ensayada.
Hard Dog
Cuando el polvo se asentó, Diego yacía sobre el pavimento, los huesos golpeados y su Italika ft150 en el piso a su lado, como si ambos hubieran perdido la pelea. Una camioneta llegó y, sin dar explicaciones, se llevó la moto como quien borra una escena. Los paramédicos llegaron después, lo cargaron con cuidado y lo metieron en la ambulancia. Se lo llevaron al IMSS. El silencio que quedó fue más fuerte que el estruendo.
El otro hombre, el de las botas, no cayó donde el choque. Su moto —una Kiwi Superlight 200 color gris— derrapó al menos cincuenta metros. Su cuerpo raspó el asfalto como tiza sobre pizarrón. Tenía la pierna y el brazo en carne viva. Llegó alguien, le puso un casco. Paró su SuperLight, la montó y se fue. Así de fácil.
Los agentes de Tránsito llegaron cuando ya no había a quién infraccionar. Solo encontraron una charquito de sangre a media calle como si quisiera contar la historia por sí sola. No hubo detenidos. No hubo culpables. Solo otra esquina tuxpeña donde el pavimento se traga la justicia y escupe el olvido.
Y mientras el calor seguía quemando el suelo, alguien barría con resignación la banqueta. Como si nunca hubiera pasado nada. Como si nadie fuera a volver por respuestas. Porque en calles como esas, las preguntas también se pierden en el viento.
Hielo y Agua Mizu