¿PARA QUÉ CASARSE?
¡YA FALTA POCO PARA QUE SE VAYA CHABELO DE CAEV!
Día(s)
:
Hora(s)
:
Minuto(s)
:
Segundo(s)
Las «amantes» como las denominan los hombres maduros son rechazadas por la sociedad, renegadas por las demás de su mismo género y subestimadas por las familias tradicionalistas.
Pero viéndolo bien… ¿no son ellas quienes más gozan? ¡Claro que sí!
Las queridas (como algunas les llamamos) disfrutan el delicioso fenómeno de Julio Verne.
Son las que más viajan porque puente que hay, puente que se las llevan. Ellas siempre tienen a la mano un necessaire y un cepillo de dientes chiquito. En cambio las esposas deben conformarse con un paseo por el D.F una vez al año después de planearlo con el marido durante seis meses.
Las afortunadas amantes tienen un manejo de imagen envidiable. A ellas les pagan la peluquería, el gimnasio y las cirugías. ¡Obvio! Para tener una moza fea es mejor quedarse con la mujer. Porque sin duda las esposas al poco tiempo de haber pisado el altar sufren la tendencia del pez globo. Se descuidan y se desaliñan basadas en la ficticia garantía de pensar que el marido es sólo suyo.
La transformación del cuerpo durante los nueve meses del embarazo es un proceso que las amantes deben y tienen que saltarse ahorrándose de paso la tortuosa crianza.
Ellas nunca se molestan por saber siquiera qué es una compota. Porque los hijos sólo se tienen con las esposas. Ellas son las encargadas de sufrir los mareos, los antojos a destiempo y la líbido insatisfecha para rematar después con el cambio de pañales y el llanto a media noche.
No siendo suficiente, los amigos del hombre adoran a la moza y no soportan a la esposa. Las amantes siempre son las bacanas, las rumberas y las que les presentan más «amigas».
En cambio las esposas son las hartas, las intensas y a las que les apagan el celular para no rendirles cuentas sobre los desaparecidos maridos.
Las comodidades del hogar también favorecen a las mozas. Ellas no lavan, no planchan y mucho menos cocinan. Siempre las llevan a restaurantes clandestinamente sofisticados o les piden algo delicioso a domicilio. Por su parte, las esposas quieran o no deben aprender a desenvolverse en la cocina porque para los hombres definitivamente no hay nada como la comida casera.Por otro lado, el lenguaje corporal habla por sí solo dándole las ventajas a las amantes.
Cuando ellas pican el ojo están utilizando un arma de seducción. Pero cuando son las esposas quienes lo hacen es por lanzar una seña de regaño llamándole la atención a los maridos generalmente por andar mirando a otras o avisándoles que quieren irse de la fiesta. Y del sexo. ¡Ni hablar! En la cama las amantes gimen, gritan, rasguñan y hasta gatean. ¡Ojo! Con la luz prendida.
Mientras que las esposas debido a la resignada monotonía hacen sus dos limitadas y básicas piruetas debajo de las sábanas con la luz apagada para disimular los gorditos, la celulitis y las estrías. Defectos que el considerado esposo se ha encargado de resaltarle. Vuelvo a preguntarme entonces:
¿PARA QUÉ CASARSE?
Definitivamente Es Mejor Muerta Antes Que Humillada.