En Tamiahua, la realidad y el discurso oficial han comenzado a vivir en municipios distintos.

De un lado, el pueblo que sigue lidiando con calles rotas, servicios irregulares y promesas que nunca se inauguraron. Del otro, la narrativa de la alcaldesa saliente Guadalupe Rodríguez y su compañero de proyecto personal —y de vida— Ernesto Lara, quienes han decidido administrar algo mucho más rentable que el municipio: la percepción.

La más reciente ilusión que han puesto en circulación es de manual: dar por anulada una elección que el Tribunal Electoral todavía no vota. Convertir un proyecto de resolución en sentencia firme. Hacer de la tesis un edicto. Y de la posibilidad, un hecho.

El Diamante

No es un error de interpretación jurídica. Es un acto deliberado de propaganda: instalar una verdad alterna antes de que exista la verdad oficial. ¿El objetivo? Ganar en la cancha mediática lo que saben que no podrán sostener en la cancha administrativa.

Porque si algo ha sido consistente en este gobierno no es la obra pública, sino la obra fantástica: pavimentar sin asfalto si no, pregúntenle a los da Angola, que hasta las policía les envió-, resolver sin resultados, informar sin resolución y gobernar sin gobierno.

Pero hay fantasías que no alcanzan fuero, y cuentas que no admiten relato. La elección se votará el 30. La administración se juzgará siempre. Y en ese expediente —el que sí está abierto— ni Guadalupe ni Ernesto tienen planilla que los rescate.

El verdadero proyecto extraordinario que viene para Tamiahua no es electoral: es el de reconstruir lo que se dañó, y sobre todo, cobrar lo que se perdió. Porque el pueblo puede tolerar las promesas; lo que no tolera es que le prometan que no pasó lo que sí pasó.

En mi opinión, Guadalupe Rodríguez y Ernesto Lara podrán narrar milagros, pero no podrán evitar el ajuste de cuentas que deja la mala administración. La historia local —terca como el viento del norte y clara como el oleaje de Tamiahua— no se escribe con campañas de humo, sino con obras de verdad.

Y esa, la diferencia entre la política y la fantasía, es la que hoy el pueblo ya entendió.

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