Llega una madura señorita soltera, a confesarse con el buen padre Lalo, y le dijo:
-«Me acuso, padre, de que un hombre joven y guapo me tocó una pompi en el autobús».
Pregunta el sacerdote:
-«¿Y tú qué hiciste, hija mía, ante la torpe acción de ese enemigo de tu honestidad, tu recato, tu virtud, tu decoro, tu castidad y tu pudor?»
Responde piadosamente la señora:
-«Hice lo que nos ordenó el Señor que hiciéramos con nuestros enemigos: ¡Le ofrecí la otra pompi!»…
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