
Tragedia en la colonia CANACO: Muere septuagenario al caer mientras desramaba un árbol
Redacción/Forotuxpan
Tuxpan Veracruz/14 de julio de 2025
El calor de la tarde caía como plomo derretido sobre las láminas de zinc. Era lunes, y el viento se arrastraba lento entre los andadores del Infonavit CANACO, ese rincón donde las casas parecen iguales pero los silencios pesan distinto en cada una.
Eduardo Hernández Bautista, un venerable anciano de setenta y ocho años con manos de obrero y la terquedad de quien ha vivido demasiado, decidió que ese era el día para domar el árbol de humo que crecía rebelde en su patio. Nadie lo obligó. Nadie lo acompañó. Solo él, su escalera, y la voluntad de seguir haciendo las cosas por sí mismo, como siempre.
Los vecinos dicen que lo vieron subir para hacer la labor con machete en mano, que se paró firme como si aún tuviera treinta años. Pero el equilibrio es traicionero cuando los huesos ya no obedecen y el corazón se cansa más rápido de lo que uno quiere aceptar.
MI TAQUERÍA
Cayó desde unos dos metros, dicen. Cayó de cabeza, sin gritar. El golpe seco se escuchó como un portazo a la vida. Fue rápido, brutal, definitivo. Cuando llegaron los paramédicos, ya no había nada que hacer. El cráneo fracturado, los ojos aún abiertos mirando al cielo que no alcanzó a ver venir.
Los ministeriales aparecieron poco después, con sus libretas frías y sus rutinas de siempre. Tomaron fotos, hablaron poco. Los peritos cargaron su cuerpo como si fuera una evidencia más. Lo llevaron al SEMEFO, donde lo esperarían la soledad, una plancha de acero y una autopsia que dirá lo que ya se sabe: que a veces la muerte no espera una caída desde muy alto para llevarse a alguien.
Ahora, en el andador I, solo queda el árbol mutilado, la escalera fría y un silencio que huele a ausencia. Eduardo no dejó una carta. Solo dejó su sombra en la tierra y el recuerdo de un hombre que hasta el final quiso seguir siendo útil.
Pero la muerte, como el humo de ese árbol, se cuela por las rendijas sin avisar.
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