SE DERRUMBA LA CÁMARA DE COMERCIO
En un país en el que abundan los organismos empresariales, y escasean los que funcionan, el caso de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de Tuxpan es ejemplar… por las razones equivocadas.
La presidencia de Raúl Patiño Blanco al frente de este organismo, que debería representar los intereses legítimos del comercio tuxpeño, ha terminado por sepultar lo poco que quedaba de su credibilidad. Hoy, la Cámara no solo está moralmente en bancarrota, sino que se encuentra al borde de la quiebra técnica: con sus cuentas bancarias congeladas por orden judicial, tras perder —o más bien, ignorar— una demanda laboral.
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La historia es tan absurda como reveladora. Una excolaboradora, Rosario “N”, fue despedida sin el más mínimo respeto por el marco legal. Inició una demanda por despido injustificado, cuya resolución provisional ordenó el congelamiento de las cuentas bancarias del organismo. El motivo es claro: no han querido —o no han podido— pagarle lo que por ley le corresponde. Y lo que es peor, los propios directivos afirman que ni siquiera lo que tienen en el banco alcanza para cubrir el adeudo.
Paradójicamente, uno de los servicios que ofrece la Cámara de Comercio de Tuxpan es la “asesoría jurídica”. Tal vez sería oportuno que empezaran por asesorarse ellos mismos. Un ente que presume de representar a los comerciantes no puede darse el lujo de exhibirse como ejemplo de incompetencia legal y administrativa. Pero ese es justamente el retrato actual: una institución sin liderazgo, sin liquidez y sin rumbo.
Ser socio de una cámara de comercio no es un simple título honorífico. Conlleva derechos, sí, pero también deberes. Un socio paga cuotas para sostener a una estructura que, en teoría, debería ofrecer beneficios tangibles: representación ante autoridades, capacitación, asesoría legal y contable, promoción comercial y defensa gremial. A cambio, espera transparencia, solvencia y eficacia. Pero ¿qué puede esperar un socio de una Cámara cuyas cuentas están embargadas, que no puede pagar una condena laboral y que no tiene rostro visible más allá del silencio de su presidente?
El problema no es solo financiero. Es estructural. En muchos casos, las cámaras de comercio en México han degenerado en clubes personales, donde una misma cúpula se recicla y se protege, sin rendición de cuentas y sin proyectos reales. En lugar de ser plataformas de impulso económico, se convierten en elefantes blancos mantenidos por cuotas que terminan diluyéndose en sueldos, viajes y relaciones públicas inútiles.
En mi opinión, lo ocurrido en Tuxpan no debería pasar desapercibido. No solo es el derrumbe de una institución local: es un síntoma más del deterioro del tejido gremial y empresarial de nuestro país. En tiempos en que las pequeñas y medianas empresas enfrentan una competencia feroz, una inflación persistente y un entorno fiscal hostil, contar con organismos sólidos y confiables debería ser una prioridad. Pero cuando quienes los dirigen fracasan incluso en lo básico —como cumplir con la ley laboral—, lo único que queda es la desconfianza.
La Cámara de Comercio de Tuxpan ha dejado de ser una solución. Hoy es parte del problema.