TUXPAN PERLA DE ORIENTE
¡YA FALTA POCO PARA QUE SE VAYA CHABELO DE CAEV!
Día(s)
:
Hora(s)
:
Minuto(s)
:
Segundo(s)
Autor: Martha Vázquez Chagoyán
Aquí, en el antiguo y legendario Puerto de Tuxpan se reúne la tradición con el sosiego, la cresta del mar con las tardes somnolientas y el verde inolvidable que se desdibuja con la puesta del sol.
Es la hora del crepúsculo. El murmullo de la noche comienza a caer sobre el trópico veracruzano y los frondosos árboles de los enormes campos poco a poco van desapareciendo del escenario. A la distancia se pierde la serranía que ha dejado de existir como selva para transformarse en interminables potreros y extensos huertos de mango.
Las grandes palmeras, ceibas y zapotes que sobreviven, se distinguen como sombras que por las noches vigilan las tierras, mientras la luna nueva, enrojecida como un carbón encendido, se asoma por los cielos oscuros para guiar los pasos del viajero hacia la costa. El calor aumenta y el aroma a mar se hace presente.
Estamos por llegar a uno de los pueblos más hermosos de la costa del Golfo, por su río, sus playas, vegetación y tranquilidad.
Eran tiempos de Tlazolteotl y las casas estaban hechas de piedra y lodo, palma y troncos; eran chozas circulares de techo cónico. Por esta región de selva tropical fueron dejando testimonio de su paso quienes conocían las riquezas de estos lugares: olmecas, toltecas, totonacos y huastecos hasta la llegada del imperio azteca, que se interesaba por incluir a esta gente en su sistema tributario.
Fue entre 1428 y 1472 cuando Techpan fue conquistado por Netzahualcóyotl. En Tochpan (lugar de madriguera de conejos), también llamado Tzicoat, la gente vivía de la agricultura y la pesca así como de la recolección y la caza. Trabajaban con arco y flechas, arpones, redes, anzuelos, hachas, cinceles y raspadores de fibra de malacate, y se transportaban a pie o en canoas.
Conocían la orfebrería; también la alfarería y la carpintería, junto con el arte lapidario y el tejido; de ahí que se hayan recuperado magníficas piezas labradas y perforadas, trabajos en obsidiana, jade, concha y piedra volcánica y caliza, como el Tlazolteotl, figura femenina que mide 52 cm de alto y 23 de ancho.
A través de los sitios y vestigios encontrados en La Mata, Tabuco, Tumilco, Castillo de Teayo, Tihuatlán y Tuxpan, entre otros, se han ido conociendo los antecedentes de estos pueblos. Precisamente en Tuxpan se encuentra un museo arqueológico en donde se puede apreciar parte de este maravilloso legado, pues Tuxpan se localiza en un punto central con respecto a los lugares donde florecieron las culturas ya mencionadas: al sur, olmeca y totonaca; al norte, huasteca y nahua, de las cuales solamente la olmeca y la tolteca se encuentran prácticamente extintas.
Desde ese entonces, el río que corría por esta tierra era el más maravilloso regalo que los dioses habían otorgado a los creyentes. Este majestuoso afluente de agua dulce nace detrás de las montañas como dos ríos -Pantepec y Chiflón– que se unen para convertirse ya en la Vera-Cruz en uno solo -mismo que se llama Tuxpan-, cuyas aguas se van confundiendo con la sal del mar a tan sólo unos kilómetros del Golfo.
Considerada como zona huasteca, Hernán Cortés y Gonzalo de Sandoval sumaron este territorio al dominio español, pero específicamente Tuxpan quedó comprendido en la Intendencia poblana perteneciente a la subdelegación de Huauchinango, Puebla.Ya desde el siglo XIV, y aun después de la independencia, debido a su privilegiada ubicación geográfica, Tuxpan desempeñó un importante papel marítimo en nuestro país.
En 1826 fue habilitado como puerto internacional: «…cuenta la gente que hace algunas décadas llegaban los barcos de Inglaterra y otros países cargados con las novedades de aquellos lugares. Entonces la gente salía en sus botes de remo a donde anclaban las naves para comprar los quesos holandeses y las mantequillas que se vendían enlatadas y después regresaban a sus casas alumbrados por las luciérnagas y velas».
Relevantes hechos están registrados en las páginas de la historia de Tuxpan: la invasión por los estadounidenses al puerto en 1847, su habilitación como capital del estado de Veracruz en 1914, el vuelo inaugural de la compañía Mexicana de Aviación que hizo escala en este lugar en junio de 1928.
En 1955 Tuxpan fue bautizado por el gobernador del momento, Antonio Muñoz, como Tuxpan de Rodríguez Cano, en honor a don Enrique Rodríguez Cano, quien fungió como gobernador del estado de Veracruz.Para ese entonces Tuxpan ya había comenzado a experimentar los cambios implicados por la modernidad: luz eléctrica, coches, radio, y al ser una ciudad de puerto, su gente gozaba del acceso a curiosidades, artefactos y telas de importancia que ofrecían un tinte de prestigio a los pudientes.
Indígenas, españoles y franceses echaron raíces en la ciudad y sus alrededores, con lo que se produjo el inevitable sincretismo cultural, que si bien no es fácil de apreciar debido al proceso de mestizaje, sí resulta evidente en la cultura culinaria, por ejemplo: los piques, que son tamales con carne o chicharrón en hoja de plátano; el cachún, bebida de calabaza con leche y canela, el chichimbré, pan con panela y jenjibre; el plátano macho verde con chicharrón, y muchos otros platillos donde predomina la influencia prehispánica, como son las enchiladas de pipián, el tocón (caldo espeso con tortilla, camarón y epazote), la huatapa (parecida al tocón excepto porque lleva masa y chile), los bocoles (gorditas con manteca) y los chamitles (tamales de elote tierno).
El río Tuxpan es uno de los más limpios de nuestro país; quizá por ello todavía hoy la gente del pueblo y los visitantes se bañan en sus aguas ligeramente saladas.
Muy temprano por las mañanas y al atardecer, río arriba, aparecen botes que se balancean tranquilamente en espera de que los anzuelos cumplan su cometido para que los niños y la gente del lugar disfruten del pescado con mayor frecuencia.
Transitar por el mercado de Tuxpan es una actividad recomendable y atractiva para los visitantes. Es pequeño, pero en él se pueden conseguir todos los ingredientes e implementos para cocinar los platillos tradicionales; además, como en casi todos los mercados de nuestro país, se encuentran señoras con sus canastos vendiendo, en este caso, enchiladas de pipián, pemoles (pan de maíz), queso fresco, hueva de pescado, camarón seco y, en el interior, semilla de pipián, chorizo, queso, fruta de la región.
Es recomendable comprar el pescado y los mariscos en el mercado que se pone debajo del puente, pues allí hay de todo tipo: camarones, jaiba, cangrejo, ostión, pulpo, calamar. A un lado del puente, hacia la ribera, están los puestos ambulantes del pescado que viene de la laguna de Tamiahua: trucha, mojarra, sargo, lebrancha, jurel, ronco, y muchas otras variedades de mar: sol, ratón, agustín, tilapia, lisa, raya, menguado, etcétera.
Pero el mercado más llamativo por su vista y colorido se encuentra a la orilla del río. Desde lejos se pueden apreciar las sombrillas de colores que cubren del sol a los puestos de naranjas, papaya, mamey, plátano, piña, mandarina, mango, calabazas, aguacate, elotes… Allí también se sitúan las mujeres con sus ollas de sacahuil (tamal de cazuela), otro platillo tradicional de la región.
Visitar Tuxpan es un acercamiento a tiempos pasados, cuando no había semáforos para circular sino hombres de tránsito que honestamente y con orgullo profesional coordinaban el tráfico vehicular. El sonido del claxon casi no se conoce, y al caminar por el malecón y las calles de la ciudad se respira un aire tranquilo y respetuoso. Hacia el centro y rumbo a la carretera que lleva a la laguna de Tamiahua, todavía se pueden apreciar las típicas casas de madera con corredores al frente, techos altos a dos aguas y, en sus patios, enormes árboles desbordados de fruta.
Pasearse por el malecón al atardecer es una actividad que no debe dejarse para otro día. Desde ahí, la vista puede llegar a extasiarse con la puesta del sol, los pescadores en quietud, los jóvenes que pasean, y las pangas que atraviesan al otro lado del río para llegar a Santiago de la Peña, donde se encuentra la casa que construyó Fidel Castro como refugio y cuartel para la preparación de su contingente revolucionario. De ahí, el 25 de noviembre de 1956, salió el yate Granma, con los 81 expedicionarios comandados por Fidel Castro Ruz, Juan Manuel Márquez como segundo jefe y, entre otros, Raúl Castro Ruz como jefe de pelotón. Se dirigían a la isla de Cuba con el fin de derrocar del poder a Fulgencio Batista. Esta casa-museo se conserva en honor a la Revolución cubana y a su precursor.
Cobos es un barrio que se encuentra del otro lado del río. A pesar de estar muy cercano a la zona de desembarque, es un lugar hermoso y tranquilo. Allí se encuentra el hotel más elegante de la ciudad: vista al río, discoteca y al bar siempre amenizado por Horacio Basáñez, el cantautor por excelencia de Tuxpan.
Mirar los enormes barcos navegando por el río es todo un espectáculo, y si se desea disfrutar de este panorama acompañado de una excelente comida tuxpeña o internacional servida a la carta, basta con dirigirse a la playa y, del lado del río, encontrará dos restaurantes de primera calidad, «Gaviota» y «Viva México», que le atenderán debidamente en sus hermosas terrazas.
Estamos sólo a un paso de la playa; hay que tener cuidado con las corrientes que se forman a orillas de las escolleras, pero sin duda es un mar noble; con un poco de precaución, hasta los niños pueden disfrutar de su espuma.
Antiguamente la longitud de su playa alcanzaba las 27 millas, pero ha sido cortada por el gran monstruo que es la termoeléctrica y los caminantes ya no la disfrutan de la misma manera. Aun así, es una playa hermosa, con su arena fina, bellos amaneceres, palmeras y pinos, toninas que la cuidan, jaibas y cangrejos.
A quien le guste el silencio puede ir más allá de la termoeléctrica y del otro lado del río, donde las playas son solitarias y limpias. Allí se podrá encontrar el bungaló «Villa Helmy», sólo para los privilegiados que saben disfrutar de un verdadero paraíso.
Pero si se prefiere observar a la gente que de noche pasea, es mejor regresar al centro de la ciudad y, en la plaza Reforma, entre charlas y miradas, podrá beber lo más típico: raspado de guanábana, vainilla y timbakey, que no se encuentran en otro sitio. Así podrá concluir sus vacaciones con una mezcla de exóticos sabores y volver a casa tan enriquecido que deseará vivamente regresar a Tuxpan: la perla de oriente.
SI USTED VA A TUXPAN
De Huachinango tome a carretera núm. 130 hacia Poza Rica, una vez allí siga la misma carretera dirección norte y al llegar al cruce de Tihuatlán tome la desviación a la derecha y a 40 km encontrará Tuxpan.
Fuente: México desconocido No. 249 / noviembre 1997