Mujer fallece en un autobús tras ser asaltada en el centro de Tuxpan

por | Jun 13, 2025 | Policíaca

Redacción/Isabella

Tuxpan, Veracruz – 13 de junio de 2025Alma Rosa García Cárdenas tenía 50 años y una vida sencilla en la comunidad de Chalahuite. Hoy en la mañana bajó al centro con un propósito claro: retirar su dinero del Banco Azteca y volver pronto a casa. Pero en Tuxpan —como en tantas otras ciudades olvidadas por la justicia— el destino a veces llega con un filo que corta sin avisar.

El reloj apenas rozaba el medio día cuando Alma Rosa salió del banco. Llevaba el bolso apretado contra el pecho. Tal vez presentía algo. Tal vez no. Lo que es seguro es que alguien más la observaba. Un hombre, o tal vez dos. Uno la interceptó a media cuadra. No hubo testigos dispuestos a hablar. Sólo el murmullo de una mujer que gritó “¡le robaron!” segundos después, cuando ya era tarde.

Alma Rosa, aún en shock, logró subir a un autobús de pasajeros blanco con parabrisas estrellado y la pintura vieja descascarada, como la ciudad misma. Buscaba refugio. O al menos distancia. Se sentó junto a la ventana. La calle, al otro lado del vidrio, seguía su curso sin detenerse. Pero su corazón no.

Entre la calle Azueta y la Morelos, en pleno bulevar Jesús Reyes Heroles, Alma Rosa se desplomó. Nadie en el camión supo qué hacer. Algunos pensaron que se había desmayado, otros que dormía. Pero la muerte tiene un silencio que se reconoce.

Los primeros en llegar fueron los municipales. Luego la Marina. Después Seguridad Pública del Estado. Todos con cara de hierro y paso de rutina. Acordonaron la escena, preguntaron sin mucho interés. La vida de Alma Rosa ya no les pertenecía, pero su cuerpo, sí.

Peritos criminalistas levantaron el cadáver como quien recoge los restos de una historia que no será contada. La llevaron al SEMEFO, ese lugar donde los muertos esperan que alguien les dé la razón.

No hubo detenidos. No hubo persecución. Sólo quedó el eco de un grito ahogado en una ciudad que mira hacia otro lado.

En Chalahuite, tal vez esta noche alguien la espere. Tal vez sus hijos. Tal vez nadie. Porque en esta ciudad, cuando la muerte viaja en el asiento trasero, nadie pregunta quién la invitó a subir.

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