Hay decisiones que parecen inevitables. La renuncia de Juan Gómez al Partido Acción Nacional no es simplemente un acto político; es una declaración de principios. Después de tres décadas de militancia, el hombre que construyó buena parte del prestigio local del PAN, a fuerza de trabajo y congruencia, ha decidido dar un paso al costado.
Su salida no es sorpresiva para quienes conocen la historia reciente del partido. Gómez, pese a ser el militante con mayor arraigo y seguidores, ha sufrido sistemáticamente maltratos por parte de una dirigencia que parece empeñada en destruir sus propios cimientos. La más reciente afrenta fue excluirlo del proceso para elegir al candidato a la presidencia municipal en 2025, un puesto que, por méritos y trayectoria, debería ser suyo.
Juan Gómez siempre se distinguió por encarnar los valores fundamentales que alguna vez hicieron del PAN una opción real de cambio: la libertad, la responsabilidad social y la política como herramienta al servicio del bien común. Estos principios, sin embargo, parecen haber perdido relevancia en un partido que hoy privilegia los intereses de cúpula por encima de la meritocracia.
La exclusión de Gómez de las decisiones importantes no es nueva. Desde que se le arrebató una regiduría ganada en las urnas para entregarla a otro militante, quedó claro que en el PAN local la lealtad y el trabajo no son suficientes. Pero lo que resulta verdaderamente incomprensible es que, en un contexto de debilitamiento del partido, la dirigencia haya decidido prescindir de su líder más popular.
Optica Live
Con su salida, Juan Gómez deja al PAN en una posición aún más frágil. El desgaste del partido durante los últimos años, combinado con la ausencia de un liderazgo efectivo, lo ha convertido en una sombra de lo que fue. En este escenario, Gómez representaba no solo una esperanza de recuperación, sino la posibilidad de una candidatura competitiva en 2025.
Pero ahora su considerable capital político está libre. Y aquí surge la gran pregunta: ¿hacia dónde se dirigirá? En un México donde los colores políticos parecen difuminarse en busca de conveniencia, no sería extraño verlo en las filas de Morena, el partido en el poder. Este movimiento, que hace años hubiera sido inconcebible, hoy parece natural para un político que busca continuar trabajando por sus ideales, incluso si eso significa cambiar de trinchera.
La renuncia de Juan Gómez no es solo la pérdida de un militante destacado; es un síntoma de la profunda crisis que vive el PAN. El partido ha abandonado sus principios fundacionales y se ha convertido en un espacio donde los liderazgos reales son ignorados en favor de intereses mezquinos.
El caso de Gómez debería ser una lección para el PAN, aunque es difícil imaginar que lo sea. En un entorno político cada vez más competitivo, los partidos que no cuidan a sus líderes están condenados a la irrelevancia.
En mi opinión, Juan Gómez ha dejado el PAN, pero no ha dejado la política. Su trayectoria y su compromiso con la comunidad lo colocan como una figura clave en el proceso electoral de 2025. Si el mundo se vuelve guinda y lo vemos en Morena, no será por oportunismo, sino por la necesidad de encontrar un espacio donde pueda seguir trabajando por el bien común.
Mientras tanto, el PAN queda una vez más atrapado en su laberinto de errores. En su intento por minimizar a sus mejores cuadros, ha perdido no solo un líder, sino quizás su última oportunidad de recuperar la confianza de la ciudadanía.
HILDA GAS