El Origen de la Palabra «ANILLO»
Quizá la referencia más antigua de un anillo con una piedra engarzada sea la del que Zeus ordenó usar a Prometeo
Confeccionado con el acero de los grilletes que habían mantenido al titán atado a una roca. Tras ser perdonado por Zeus, a quien había ofendido, Prometeo tenía que usar permanentemente ese anillo con el pedazo de roca engarzado, para que el dios pudiera así cumplir su promesa de mantenerlo atado a ella para siempre.
Otros anillos aparecen en el mito germánico de los nibelungos, en las más antiguas leyendas de la Mesopotamia y en las tradiciones judías, romanas y cristianas. Entre nosotros, un anillo en el dedo anular de cada cónyuge es el símbolo de la fidelidad en la unión matrimonial.
En el de un obispo, expresa la autoridad del representante de Roma y su fidelidad a la Iglesia.
La palabra anillo aparece documentada por primera vez en el siglo XIII por Berceo y llegó al español procedente de la voz latina anellus «anillito», diminutivo de anulus «anillo», «sortija para el dedo o para sellar», derivado de anus «anillo» y también «ano».
De anulus nuestra lengua heredó el adjetivo anular «con forma de anillo», usado también para calificar los eclipses incompletos de sol, en los cuales una parte del astro permanece visible como si fuera un «anillo» luminoso alrededor de la luna.
En portugués, la palabra correspondiente a anillo es anel; pero la que se formó a partir de la antigua grafía española anelo fue elo, que en la lengua de Camões significa «eslabón».