Un día en el correo, los carteros estaban separando las cartas para enviar.
En una de las cartas, en la parte de la dirección, solo decía «Para Dios”, y entonces uno de los carteros dijo:
¿Cómo vamos mandar esta carta para el cielo? Ya sé, vamos a abrir la carta y vamos ver si conseguimos ayudar esta persona, vaya a saber qué problema tiene el pobre.
La carta era de un niño, y en ella estaba escrito:
«Señor Dios, mi papi está desempleado, sin dinero, y tiene que mantenernos a mi madre, a mi hermana y a mí… Las cuentas están todas vencidas, y estamos al borde de quedarnos sin agua, electricidad y gas, y para colmo tenemos que comprar bastantes remedios. Por favor, Diosito querido, confío en que nos vas a poder dar una mano, por favor mándanos 1000 pesos«…
Sintiendo mucha pena, los carteros hicieron una vaquita y juntaron dinero, pero solo consiguieron reunir ochocientos pesos, que no eran los 1000 pesos pedidos, pero que seguro iban a ser una gran ayuda.
Así mandaron la carta de vuelta al niño con los ochocientos pesos dentro del sobre.
A la semana siguiente, el niño mandó otra carta a Dios, que decía: