Los PROSTI-PUNKS
POR WARPIG.
Un slogan a mediados de los 80 decía “El punk no ha muerto… sólo se ha prostituido”.
Tenía mucho de cierto. Hoy se puede decir lo mismo del fútbol, de las revistas “especializadas” y claro, del rock. CASI todo se ha prostituido. Se sucumbe ante los nuevos dueños de todo (los empresarios, el varo, el status) y si no lo creen, échenle un vistazo a los políticos “de izquierda” que se andan prostituyendo por un varo o porque les prestaron un avión.
La permanencia del estilo musical que nos late (o sea, el rock, lelos) se debe a que siempre llevó la contraria a lo que los empresarios, los políticos de derecha y los ricos hijos de ricos hijos de ricos hijos de ricos querían (eso sí, siempre han existido los juniors roqueros y bien pachecotes buen pedo, contados pero hay).
El cabello largo en los hombres se dio porque la sociedad decía que “era correcto traerlo corto”. Pero ahora, hasta los “niños bien” traen el cabello largo o meticulosamente despeinado. Ni modo, se adueñaron de la “estética”… pero no del contenido.
Entonces, llegaron los punks y dijeron “ni corto, ni largo… mejor de colores y con picos”. Y ahora, todos los extras en el vídeo de moda andan así. Una vez más, se han adueñado del “look” (así le dicen). Hay idiotitas que usan el apellido “Punk” sin haberlo mamado. El slang o caló surgió como una necesidad de comunicación y una forma de identificarse.
La sociedad decía que eso era “hablar corriente” o (despectivamente) como “ñero”. Pero ahora, en la TV se dice “chido” y se adueñan de todo el slang fresa que pueden para convertirlo en idiotez a patrocinar: “Otro rollo”, “No manches”, etc. Ya veo la nueva serie de programas: uno se llamará “¡Qué cool!”, otro “¡Ke Pex!” y otro “¡No inventes, wé!”
Pinche TV, me caga porque se adueña de todo lo tuyo… y te lo revende en versión mega-culera. Hace como las compañías transnacionales que maquilan pantalones de mezclilla y tenis en territorio mexicano pagando sueldos miserables y luego te los revende a diez veces su precio real (pero con etiquetas). La radio y TV se tragan lo que haces, lo regurgitan como dromedarios y tú recibes eso ya en versión “masticada-light-ligera-baja en calorías-aceptable-apta para todo el público-sin grasa-deslactosada”.
Y te dan grupos de “rock” finamente desarreglados, que dicen “chido” y “la neta del planeta”. Y se adueñan de tu música, le quitan dos-tres notas y las convierten en jingles para promocionarte una bebida que sabe a madres, pero anunciada por culonas o por modelos inalcanzables para que la pruebes, compres, consumas. Los anuncios están llenos de la “juventud despreocupada, bonita y triunfadora” que te vende aparatos de sonido para que escuches “tu música”. Vayan a cualquier cine para reventarse más de treinta minutos de anuncios IGUALES (jóvenes que se creen listos, modelos, aparatos, risas burlonas).
Mi generación y la anterior corrieron con suerte: había periodistas (netos) y escritores especializados en rock (de verdad) que intentaron todo con tal de que SU generación no cayera en las garras de los Raules Velasco, de los PRIs, de lo fresa y de lo racista. Hoy, quisiera que estas líneas llegaran hasta José Luis Pluma, Vladimir Hernández, Walter Shmidt, Arturo Castelazo, Arturo Saucedo, Roberto Vázquez, los Antonios Malacara, Fabián de los Santos, el Chava Rock, Oscar Sarquis, Pepe Navar y que vieran que lo que escribieron sirvió de algo. Aparte de “sano esparcimiento” ayudaron a formar gente crítica. Igual de terca pero no tan crédula como los que no los leyeron.
Tenemos criterio para, al menos, sospechar cuando nos quieren dar atole con el dedo o cuando una idiota se dice “periodista” y lo único que hace es levantar propagandas en el suelo del Tianguis del Chopo para publicar su “nota”. Güeyes gandallas, contradictorios, necios, socarrones, burlones, irónicos, simplones, llenos de CDs, DVDs y viniles que tal vez ahora parezcan que no sirven de nada… pero que son granitos de arena que contribuyen a no ser el mensito que cree que la cumbia fusionada con el jazz latino equivale a “buen rock”. No mamen. Y de ahí, hay que agradecer que fomentaron el paso del rock al jazz… por ejemplo. O al rock progresivo…o, ¿por qué no? a la música clásica. Y a los Kundera y a los J.D. Salinger, los Kerouac. De leer revistas pasamos a los libros. De ser un hobby… poco a poco vimos que se fue formando nuestra vida. Muchos de los movimientos revolucionarios empezaron así, por un simple hobby o por estar en total desacuerdo con algo injusto causado por un mal gobierno, por una guerra, por la segregación causada por la imagen institucional de lo “cool” (ver cualquier anuncio de telefonía celular o de refresco para entender el punto).
Yo sé que ahorita, muchos de ustedes no quieren saber nada de los Black Panthers o de Weather Underground o del movimiento estudiantil del 68 o del movimiento Zapatista ni del Food not Bombs.
Muchos sólo quieren saber cómo se llama el baterista de la nueva banda de moda… Y eso está bien. A lo mejor un día releen esta columna y buscan en Internet quién chingados era CRASS o el Mosh o el batallón Olimpia. Por ahí alguien dijo que “el verdadero trabajo revolucionario es DAR IDEAS”.
Pues muchas gracias a todos los que escribieron de rock en los sesentas y los setentas por darnos ideas. O que usaron el rock… Para darnos ideas. Y esperemos que de estas páginas, de este tabloide, salgan algunas IDEAS más. Y esperemos que estés de acuerdo pero esperamos con más ansia que no lo estés y que hagas tú una revista o un fanzine o una banda o empieces el verdadero movimiento revolucionario que le va dar el giro a este país que ya pide esquina, que ya tira la toalla. País cuyos representantes están relacionados con el narco, se desacreditan unos a otros en TV como pinches viejas chismosas o se meten a hacerse pendejos a Big Brother mientras un protegido de ellos asalta a tu mamá, se mete a tu casa a robar o te va a matar… porque traes un par de tenis nuevos. Son unas putas. Con perdón de las “damas de la caricia”. Son unas putas.