Antes de que el puente uniera las dos orillas del río, Santiago de la Peña ya miraba frente a frente al corazón de Tuxpan. Desde aquellos días en que el cruce se hacía en chalupas y los pescadores amarraban sus lanchas a los troncos del manglar, esta ribera ha sido testigo de la historia viva del puerto.
A mediados del siglo XIX, las tierras que hoy ocupa Santiago de la Peña formaban parte de varias haciendas ribereñas: La Peña, San Antonio, El Coyol y La Asunción. Eran tiempos en que el río no solo servía para pescar, sino también como la gran carretera de la región. Por ahí bajaban las carretas cargadas de maíz, caña y ganado rumbo a los muelles del puerto.
De esas haciendas, La Asunción fue la más recordada. Pertenecía a familias dedicadas al campo, y su nombre venía de la devoción a la Virgen de la Asunción, cuya fiesta se celebra cada 15 de agosto, justo cuando las lluvias hacían florecer los potreros. Luego les contaré la historia colonial de esta fecha, y porque se celebra con tanta devoción en los pueblos indigenas.
El cambio que lo volvió pueblo
Cuando los trabajadores de las antiguas haciendas (La Asunción, San Antonio, El Coyol y La Peña) comenzaron a establecerse de forma permanente junto al río —a mediados o finales del siglo XIX—, levantaron chozas de palma, sembraron frutales y construyeron una pequeña ermita de palma y madera dedicada a Santiago Apóstol, el santo de los caminantes y viajeros.
Esa capillita se erigió en la zona conocida como La Peña, cerca del actual acceso principal al poblado, sobre terreno firme y con vista directa al río.
Los testimonios orales de familias antiguas mencionan que la imagen de Santiago “el Caballero” (montado a caballo) era llevada cada 25 de julio en procesión hasta el borde del agua, como símbolo de protección para los pescadores y lancheros del paso.
Así nació la comunidad, que poco a poco comenzó a conocerse como “Santiago de la Peña”, combinando la antigua referencia geográfica —por la gran roca o peñasco junto al río— con el nombre del santo patrono.
El puente y la nueva orilla
Décadas más tarde, con la construcción del Puente Tuxpan, el río dejó de ser frontera y se convirtió en lazo.
Santiago de la Peña floreció con nuevas calles, escuelas y comercios. Muchos tuxpeños aún recuerdan cuando el cruce se hacía en lancha y las noches se alumbraban con faroles de petróleo.
Hoy, ese mismo sitio conserva su esencia ribereña: familias que saludan desde los porches, pescadores que regresan al amanecer y niños que todavía aprenden a nadar en el río.
Santiago de la Peña nació del agua y de la fe. De la Virgen de la Asunción heredó su espíritu devoto; de Santiago, su fuerza caminante. Y aunque el tiempo cambie las calles y los apellidos, cada 25 de julio, cuando suenan las campanas y se prende el danzón junto al río, el pueblo vuelve a recordar que su historia no empezó con un puente, sino con un sueño: el de quienes cruzaron la corriente para quedarse en esta orilla.
La Nacional: cuando el camino llegaba hasta el río
Pocos lo recuerdan, pero antes del puente y mucho antes del tránsito moderno, la actual calle “La Nacional” era el tramo final de la antigua carretera México–Tuxpan.
Ese camino, inaugurado a mediados del siglo XX, descendía serpenteante desde la sierra norte de Puebla y Álamo hasta morir frente al río, justo en el corazón de Santiago de la Peña.
Ahí, el asfalto terminaba, y comenzaba el agua.
En ese punto operaba una balsa metálica, sostenida por cables de acero, que cruzaba vehículos, autobuses y camiones hacia la orilla de Tuxpan. El viaje duraba unos minutos, pero era una experiencia inolvidable: el rugido del motor, el olor a diésel, y el vaivén del río bajo las ruedas del transporte.
Mientras tanto, en los alrededores, fondas, talleres y tienditas florecían al ritmo del ir y venir de los viajeros que esperaban su turno para cruzar. La Nacional se volvió punto de encuentro, puerta de entrada al puerto y símbolo del tránsito entre el México del interior y el mar del Golfo.
Todo cambió en 1963, cuando se inauguró el Puente Tuxpan, y con él se puso fin a los cruces en balsa. La Nacional dejó de ser carretera federal para convertirse en una calle local, pero su nombre quedó como un testimonio de aquella época en que Tuxpan comenzaba exactamente ahí, donde el camino se encontraba con el río.
